“La primera vez que de niñas fuimos mi hermana y yo a la ciudad, ella se quedó mirando un mendigo derrotado en la calle, y yo me quedé mirando cómo miraba mi hermana”. Así comienza el libro Frágiles (Anagrama), de la española Remedios Zafra, una mujer arrolladora con sus ideas. Filósofa que cree que desde entonces ha quedado mirando a los demás, apunta en los detalles a partir de sus ojos profundamente negros, dignos de una bailaora de vito, canto popular de Andalucía, la tierra grande de donde viene.

Nació en Zuheros, un pequeño pueblo de Córdoba, uno de esos sitios donde se aprende a entrenar la contemplación. Aprendió allí a ser una gran perturbadora. Una idea contradictoria con su imagen naif, antónimo de Amélie Nothomb, salvo por el cariño compartido por el luto. Zafra, con su corte garzón pálido y sello granate que estampa cada palabra que emerge de sus labios, enciende alarmas sobre la vanidad, a la que ve como el gran motor de las redes y de la que se valen las industrias digitales para transformar al yo en el producto.
Su trayecto académico y profesional es abrumador. Doctora y licenciada en Arte, licenciada en antropología social y cultural, con estudios de doctorado en filosofía política y master internacional en creatividad, ha sido profesora de la Universidad de Sevilla y es científica titular en el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España (CSIC). Se ha convertido en revolucionaria del pensamiento filosófico en habla hispana. Ha emergido con algunos conceptos que, según aseguran, marcarán el mundo que se viene. Una de sus tesis es que vivimos vidas-trabajo donde se contamina lo público y lo privado, el ocio y el negocio, donde nos autoexplotamos para sentir cierta satisfacción sádica por el deber cumplido. “Las expectativas precarias de los que estudiaron, de los que pensaban que haciendo las cosas como les decían iban a conseguir al menos un trabajo digno y sin embargo se ven totalmente desorientados –me dice en una charla exclusiva que mantuvimos para LA NACION revista–. Perder esa ciudadanía, que es tropezar en contextos de temporalidad y precariedad, creo que es algo que socialmente no nos podemos permitir”.

Imperdibles sus ideas.

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