Encontrarle la vuelta a una de las tantas ofertas de Palermo es un desafío no sencillo. Aquí doble local, enfrentado en las esquinas, con atención al arte del comer y el ver, casi al borde del barrio ofrece una manera personal con éxito.

Los restaurantes parten siempre de un proyecto gastronómico. Sin plato, no hay nada más. Y en los dos Desarmadero, el “a secas” y el Session, lo han entendido. El primero logró imponerse y rápidamente se hizo el puente en la esquina de enfrente para darle cabida a más disfrute.

Pero si algo han hecho bien es en subirse a la idea de experiencia. No se trata ya sólo de comer. Sino de atravesar un tiempo enriquecido durante el propio hecho de la ingesta. Todo comienza en la puerta. Allí inviertieron gran parte de la personalidad. Alfredo Segatori, el artista responsable de mayor graffitti del mundo que realizó en el barrio de Barracas, fue convocado para dejar su marca y ponerle personalidad al espacio. La esquina se ha convertido, entonces, en un imán de arte y principios. La fachada exihibe un rostro con historia, no sólo por la apariencia, sino por la materia prima: todo se trata de deshechos y de cómo el descarte de unos puede ser la creatividad rica para otros.

Esa memoria es la marca en el orillo. Un par de restaurantes que se concatenan en pisos y espacios para elegir el preferente.  Con cierto toque genuino de bar palermitano que reúne a los más fanáticos cerveceros, lo que caracteriza es la diversidad de convocatoria: hay mediodías de trabajo, familias con niños, encuentros sociales y milennials seducidos por tiempos de happy hour. Es interesante la mirada de alojarse en el borde del barrio, haciendo historia donde otros no han llegado.

Comer, tomar, disfrutar

Aunque hay declardo eje en la cerveza, con opciones artesanales para experimentar en sabores pintorescos como saborizada Don Diego Neipa o la negra Scotch; impacta la calidad de las materias primas con que la carta -reducida y apropiada- se compone.

Arranca todo con una seducción para picar y/o compartir. Hay para todos los gustos: amantes veggies, clásicos de parrilla, toques de mar y las viejas y queridas empanadas. Más tarde los sandwiches tradicionales reversionados o los muy de autor “Sessions” se presentan como opciones abundantes y también con opciones al plato. Las ensaladas invitan a cuidarse y las papas a encontrarse con algunas de las versiones más amadas. Un hito? El revuelto gramajo. ¡Bravo por sumarlo!

Se destaca el sándwich de milanesa. En ambos locales se pueden probar dos opciones diferentes. La carta de Desarmadero ofrece el sándwich de milanesa especial que se compone de una gran milanesa de nalga, queso sardo, huevo frito, lechuga y papas pay que aportan un toque crocante. Cruzando la vereda, en Desarmadero Session cuentan con una alternativa un tanto más ligera y fresca: milanesa de nalga, queso sardo, rodajas de tomate, cebolla y lechuga, en pan francés.

  Un sitio ideal para comer de a uno. Saboreando con el paladar y admirando el arte circundante. O para comer en grupo, pero que a nadie se le ocurra compartir.