La pandemia nos dejó un legado de apreciación por la experiencia.

No divierte más aquello de atravesarlo, sentirlo, percibir el cambio, que sea nuevo, pero que también presente desafíos a los sentidos.

 

Ya no es suficiente regalar un producto útil; para que el gesto tenga éxito. El principal propósito debe ser la habilidad de satisfacer, a la vez, alguna necesidad emocional. Las emociones se han situado en el centro de los tiempos de goce.

 

En lugar de un enésimo perfume o de una prenda con destino de cambio, regalar experiencias sorprende y agrada.  Es lo que mucha gente desea cuando llega el momento de recibir un presente por el motivo que sea (cumpleaños, aniversario, logro particular…). Aún más esperado si el regalo involucra a más de una persona (pareja, hijos, grupo trabajo, amigos…).

Este concepto está cada vez más extendido como prioridad cuando toca darle una sorpresa a alguien especial.

 

En particular, cuando pensamos en picadas, estamos involucrando una diversidad de emociones que prometen satisfacer la idea de experiencia por distintos frentes.

Desde el punto de vista práctico, es una idea que no falla: con calidad de productos, elegidos en aquél sitio que es experto, tiene trayectoria y se ha convertido en curador de lo que ofrece, una picada siempre será bienvenida.

 

Es una propuesta útil que soluciona siempre. Convoca al encuentro. No tiene límite de género, edad o cantidad de personas. Propone diversidad en los sabores. Augura un momento pausado, listo para servir sin rodeos, perfecto para compartir, con la posibilidad de adaptarse a una pareja o a un multitudinario grupo social. Ideal para toda celebración y para cualquier momento del día. Apto para enviar y sorprender; o para llevar y acompañar mientras llegan otros platos. Funciona como entrada, acompañamiento, complemento o plato único. Permite adaptabilidad de ingredientes: puede ser sólo de fiambres y chacinados, o exclusivamente de quesos. Con alternativas concentradas en ciertas preferencias o con un abanico generoso para degustar y animarse a sabores no tradicionales.

Puede ser lista para desplegar todas sus tentaciones en el momento en que llega o se puede reservar para que el agasajado más egoísta la guarde para sí. Se la puede encargar con tiempo, sin estrés de última hora. Entra por los ojos, por el aroma, por el paladar.

Picada es sinónimo de juntos, charla, encuentro. ¡Qué mejor experiencia que esa!