#Tandil es un vergel. Un sitio donde los aventureros encuentran inspiración. Después de años de tradiciones religiosas y de la ineludible visita a la que fue la piedra movediza, la ciudad inició un camino de transformación que la convirtió en seductora para los viajeros de escapada, tentadora para pasar vacaciones largas, imperdible para los gourmand errantes y con tantos atractivos que indefectiblemente uno se queda con ganas de más.
Una de las condiciones más llamativas de este tiempo es la modernidad. Si hace un par de años que no pasás por ahí, te va a sorprender con el diseño, la originalidad de la puesta en los locales, una diversidad de ideas que se aplican a todas las experiencias, hoteles y estancias preparados para darle rienda suelta a la exigencia del bon Vivant, opciones para todas las edades e intereses, una gastronomía con profundidad en la raíz local y proyección digna de competencia internacional, los primeros emprendedores que potenciaron el sello de origen y una organización codo a codo para volar hacia arriba y no competir tapando los costados.
La ciudad está renovada. Hay aire fresco en sus plazas limpias, con diseño armonioso y abierto; con el lago hecho foco de atracciones. Una serie de barrios nuevos que se derraman a su vera y una cantidad de prácticas deportivas asociadas a este espejo. Tandil está muy tentadora. Está cerca (lástima la ruta de camiones, que por eso mismo debería ser autopista), pero nada más llegar, los ojos no paran de encontrar opciones.