La idea de “el Fortín” se le debe al periodista del diario Crítica Hugo Marín, por la fama de inexpugnable. Sin embargo, la fortaleza está en los cimientos: el estadio José Amalfitani se construyó donde debería haber habido nada. Una historia de héroes haciendo realidad los sueños.

Clareaba el siglo XX cuando cumplida la primera década, en la casa de Nicolás Marín Moreno, se formalizó la fundación del Club Atlético Argentinos de Vélez Sarsfield de Buenos Aires, Argentina. Se eligieron casacas blancas como insignia, porque eran accesibles a cualquiera. Tres años más tarde se sumaría como socio quién cambiaría por completo los destinos del club social. José Amalfitani, llega al club con otros 10 socios y comienza una senda tras los imposibles.

Queda oficializada la camiseta “tricolor”, de rayas verticales con los colores rojo, blanco y verde. Seis años después logra su primer ascenso a Primera División y se consagra Subcampeón del Campeonato de la Asociación Amateurs de Football. En 1923 asume Amalfitani como presidente y quedaría como tal por casi tres décadas. Una de las decisiones clave es la de dejar de alquilar predio y se obtine la cesión del pantano del Arroyo Maldonado por parte de las autoridades del Ferrocarril del Oeste en la zona del barrio de Liniers. Eran terrenos anegadizos, considerados irrecuperables por todo el mundo salvo para Amalfitani y un grupo de colaboradores.

F de fuerte

En este estadio se jugó el primer partido nocturno de la Argentina. Sin embargo, llegado 1940 el descenso de la primera categoría produjo un alejamiento masivo de socios. Allí, “Don Pepe” (como se lo conocía a Amalfitani) junta en persona cada peso necesario para hacer de la única tribuna un estadio entero. Invirtió tres años y todos sus esfuerzos. Con el equipo de vuelta en la categoría máxima, también llega el nuevo apoyo de los socios. El 22 de abril de 1951 en el mismo predio que ocupaba desde comienzos de la década del año 40, y luego de tres años de ejercer la localía en otras canchas, inaugura un estadio totalmente nuevo, de cemento prácticamente en su totalidad, solamente el sector norte, que era platea, conservó los tablones de madera.   Debería esperarse hasta 1968 para que la asamblea de socios dotara de nombre al estadio: “José Amalfitani”.

En 1969  se terminaron y habilitaron las nuevas plateas altas del sector norte y se inauguraron las nuevas luces. En un amistoso contra el Santos de Pelé, disputado el 6 de diciembre, “El Fortín” inaugura el sistema de iluminación más avanzado de la época. El proyecto de Don Pepe Amalfitani fue llevado a cabo por la empresa Siemens Argentina. Cuatro torres de 45 metros de altura con focos de cuarzo-yodo y lámparas HKI combinadas establecían las bases de una iluminación que aseguraba lo más moderno en la materia, a tal punto que con ella ya no habría que modificar nada cuando se impusiera la transmisión televisiva en colores.

Al ser designado Sub-Sede para el Mundial ’78, se comienza la construcción de una nueva platea en la tribuna sur, para ello, se colocan butacas al sector inferior y se agrega, a la misma, una bandeja superior. Además se coloca un tablero electrónico sobre la popular este, se equipa al estadio con un generador de electricidad.

En su césped se disputó íntegramente la seguidilla de partidos de la Copa Mundial de Fútbol Sub-20 del 2001 en la que resultara campeón del mundo Argentina. Pero no todo fue fútbol. Los primeros grandes recitales en estadios tuvieron lugar en sus entrañas: Queen en 1981, Yes e INXS en el ’85, Tears for Fears en el ’90 y Bon Jovi más de cuatro veces son algunos de los innumerables conciertos que acogió. El 10 de abril de 1987 el Papa Juan Pablo II celebró una misa en su segunda y última visita al país.

Un gran estadio, con un concepto de vinculación ciudadana de amplia trascendencia en su zona de influencia, lo convierte en epicentro de los sucesos que atraviesan la vida comunitaria, marcando la actividad social y deportiva de la zona que lo cobija.