Renzo Piano llegó un día a Londres a reunirse con Irvine Sellar. El primero, uno de los arquitectos más afamados del planeta, el segundo un acaudalado desarrollador inmobiliario. Sobre la mesa de almuerzo, en las cercanías del Bourrogh Market, Piano dio vuelta el menú y en una hoja plantó su siguiente obra. El grito del edificio que pinchaba el cielo estaba dibujado de su puño y letra. Sellar no pudo creer la propuesta “yo lo diseño gratis, si hacemos el edificio más alto de Europa”. Nadie sabe bien cómo quedaron las cuitas entre ambos, porque The Shard en Londres, mantuvo su liderazgo en altura hasta que fue relegado a un segundo puesto por el Mercury City Tower de Moscú. Lo que Sellar aún conserva es el mentado menú donde se lee “Para Irvine de Renzo, mayo de 2000”. El viaje hacia el coloso The Shard había comenzado.

Sellar adquirió como inversión las oficinas de PwC en 1998, pero transformó ese concepto en una ciudad vertical, con una de las mejores vistas del planeta.

Para el momento de su apertura, en 2012, el corazón estaba destinado a un hotel. Allí funciona desde entonces Shangri-La, un emprendimiento que mezcla armoniosamente el estilo contemporáneo con los ancestros orientales. Fue de estas cabezas vanguardistas que nació una idea que Dale Gibson convirtió en tendencia: las colmenas urbanas.

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