Pionero en crear proyectos sustentables en reservas del Perú, José Koechlin ha creado el concepto de turismo ecológico ambiental hace más de 30 años. Sus reflexiones orientas sobre la proyección de la industria de viajes y cómo la sustentablidad y el respeto por el entorno atraviesa las nuevas experiencias de turismo.

– El concepto de los proyectos sustentables y de desarrollo sostenible son hoy una realidad tangible, sin embargo esto no era así en los comienzos de Inkaterra. Cómo fue ese inicio en un mercado no habituado a entender sus parámetros?

– Desde nuestra fundación en 1975, la evolución de Inkaterra ha sido siempre empírica: frecuentemente nos hemos adelantado a los conceptos teóricos. Sin duda, en este tiempo ha existido un cambio de paradigma. La lógica de ganancia a corto plazo conduce a la depredación de la biodiversidad y la pérdida de culturas locales. Puede verse en la Amazonía, donde la tala, la ganadería y la minería ilegal son los principales agentes de deforestación. Debe empezarse a calcular el valor económico de la biodiversidad perdida, y los daños que ello conlleva: pérdida de ecosistemas, menor secuestro de carbono, desaparición de flora y fauna nativa, contaminación de recursos hídricos o migración de culturas.

Antes, la manera de enfrentar esta problemática era considerar a la naturaleza como un bien intocable. Hoy, los recursos naturales son bienes de capital. El reto es comprender que la conservación de la naturaleza no es un gasto, sino una inversión a futuro. La conservación de la biodiversidad puede ser una actividad rentable, con tanto o mayor ganancia que las industrias extractivas, siendo el ecoturismo una de las maneras más efectivas de lograrlo.

– Cómo han cambiado los conceptos de sostenibilidad desde aquellos tiempos a hoy?

– Existe hoy una mayor aceptación de que el medioambiente cumple una función social. En tal sentido, el Perú ha sido bendecido como uno de los países de mayor diversidad cultural y como uno de los 17 países mega-diversos del planeta: 84 de las 104 zonas de vida en el Sistema de Holdridge se encuentran aquí. Tenemos 2,200 kilómetros de litoral frente al Pacífico, gran parte de la cordillera de los Andes y 62% de nuestro territorio es bosque amazónico. Somos el tercer país con la mayor diversidad de aves, con 120 especies endémicas. Es decir, un birdwatcher tiene que viajar hasta aquí para poder verlas. El ecoturismo y el desarrollo sostenible permite servirnos de este patrimonio si lo cuidamos, creando experiencias de viaje que atraigan distintos segmentos del mercado: gastronomía,  viajes familiares, turismo académico, observación de aves, entre otros. Asimismo, existe un enorme reto para proteger nuestro patrimonio frente a lo que podemos denominar “problemas de éxito”. Pensemos en el caso de Machu Picchu, cuyo acceso es muy difícil: se ingresa por tren o a pie. Debido a la creciente demanda turística, el manejo de desechos se convirtió en un problema crítico, tanto así que la UNESCO advirtió en el 2016 que, si no se resolvía, la ciudadela inca ingresaría a su lista de Patrimonios en Riesgo.

Fue así como Inkaterra, en alianza con AJE Group y la Municipalidad de Machu Picchu, diseñó la iniciativa Machu Picchu Sostenible para el manejo responsable de residuos sólidos. Donamos una máquina compactadora para procesar 7 toneladas diarias de residuos plásticos, que son transportados por tren a plantas de reciclaje en Cusco, lo cual fue crucial para la crisis del manejo de residuos.

Y este año entregamos al Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SERNANP) una planta para la limpieza y el reciclaje en el Camino Inca.

El año pasado inauguramos dentro de Inkaterra Machu Picchu Pueblo Hotel la Planta de Transformación de Aceite en Biodiesel y Glicerina. Con aceite vegetal usado en la zona, se producen 20 galones diarios de combustible biodiesel. Cada mes tratamos seis mil litros de aceite usado, evitando que sean derramados en el río Vilcanota. Se sabe que un litro de aceite quemado contamina mil litros de agua. La producción de biodiesel reduce el uso de combustibles fósiles, mientras que la glicerina orgánica obtenida en este proceso de fabricación se destina a la limpieza de las aceras y pisos de piedra en el pueblo.

Recientemente inauguramos una planta pirolizadora para procesar desechos orgánicos. Se trata de una tecnología innovadora con la capacidad de procesar ocho toneladas diarias de basura orgánica a través de pirolisis (descomposición química a altas temperaturas en ausencia de oxígeno). Ello genera biocarbón, fertilizante natural que ayudará a la reforestación de la zona y la productividad agrícola.

Así, Machu Picchu se percibe como un destino sostenible y un ejemplo de gestión para el ecoturismo a nivel mundial. Hemos logrado despertar la conciencia ecológica de la comunidad, que hoy segrega la mayoría de sus residuos desde hogares y establecimientos, su punto de origen.

– Su vínculo con la naturaleza proviene de su niñez. Cuándo y cómo se produce el salto del sujeto afín a la ecología y el medio ambiente y el empresario activo en esos segmentos?

– He crecido en el campo. De niño he vivido en una fábrica pesquera en Naplo, al sur de Lima; luego en una hacienda con mi familia. Mi acercamiento al campo ha sido natural. A inicios de 1956, yo tendría unos diez años, salimos con los jesuitas de mi escuela a realizar misiones en la zona norte del país hasta la selva. Recuerdo que nos fuimos por carretera de Lima a la selva, cuando recién se estaba construyendo la carretera a Santa María de Nieva. En esa época no había nada en esa zona:  no había electricidad, no había huellas del mundo occidental.

Nuestras misiones consistían, sobre todo, en acercarnos a la gente de los pueblos. Viajábamos en dos camionetas y una tenía parlantes en la parte de arriba, como de los vendedores ambulantes. Cuando llegábamos a un pueblo hacíamos un poquito de propaganda de lo que íbamos a hacer. Los curas jesuitas oficiaban la liturgia, vendíamos algunas cositas religiosas y, por las noches, armábamos un proyector de cine ambulante para proyectar al aire libre, sobre cualquier pared, películas de Chaplin o el Gordo y el Flaco.

En julio de ese año, fuimos por primera vez a Cusco y a Machu Picchu. El viaje también fue por tierra, fuimos por Palpa hasta Juliaca y Puno; luego, retornamos por Arequipa y regresamos por la costa. Fueron unos viajes largos con los jesuitas, viajes de descubrimiento y de sorpresa. Creo que de ahí me viene el entendimiento de la magnificencia del Perú, de su vastedad, de la diversidad de escenarios y culturas. Desde entonces he procurado viajar dentro del Perú lo más que he podido. He buscado transmitir a través de Inkaterra esa fascinación que sentí en mi infancia.

– Puede indicarme 5 experiencias que Ud. cree que cambian la forma de viajar de quienes los visitan a partir de vivir la experiencia Inkaterra?

– Nuestros hoteles están ubicados en el corazón de la Amazonía peruana, otro en el bosque de nubes de Machu Picchu, otro en una plazoleta escondida del Cusco, y uno entre las montañas del Valle Sagrado de los Incas. Muy pronto estaremos en el desierto marino-costero de Cabo Blanco, al norte del Perú.

Las propiedades de Inkaterra se caracterizan por transmitir un lujo simple y auténtico. El viajero emprende un peregrinaje para llegar a nuestros destinos, donde hallará paz y comodidad en medio de naturaleza exuberante. Hemos construido nuestros hoteles con materiales nativos y con diseños eco-amigables, inspirados en la arquitectura tradicional y en armonía con el entorno.

Desde 1978 producimos inventarios de flora y fauna para a futuro medir nuestro impacto en áreas naturales. 903 especies de aves han sido registradas en nuestras propiedades, cifra equivalente a la diversidad total de aves en Costa Rica. Mientras que 372 especies de orquídeas nativas se hallan en los jardines de Inkaterra Machu Picchu Pueblo Hotel: la colección más grande del mundo en su hábitat, de acuerdo al American Orchid Society. 29 especies nuevas para la ciencia han sido descritas por nuestra ONG Inkaterra Asociación.

Recientemente hemos inaugurado el primer laboratorio de análisis de ADN en la Cuenca Amazónica, dentro de nuestro tercer albergue en el bosque amazónico de Madre de Dios: Inkaterra Guides Field Station. Con ello es posible realizar los estudios in situ, desde la colecta de muestras hasta la secuenciación de ADN, lo cual facilita los costos y la logística. Proyectos como este permiten que el viajero forme parte, de manera activa, de iniciativas de conservación de entornos naturales.

El énfasis que le otorgamos a la investigación científica nos permite determinar nuestras iniciativas de conservación, materia prima para las experiencias de viaje que diseñamos en nuestras áreas de influencia.

Entre las experiencias destacan el Inkaterra Canopy Walkway, un sistema de puentes colgantes a 30 metros sobre el suelo, el cual ofrece una vista privilegiada de la vida silvestre que habita el dosel del bosque. Nuestro Centro de Conservación del Oso Andino, iniciativa en alianza con el Smithsonian Institution, se esfuerza por salvar a la única especie de oso nativa de Sudamérica. Mientras que el World Birding Rally es una competencia internacional única por su modalidad non-stop, que confirma al Perú como uno de los principales destinos en el mundo para la observación de aves.

Buscamos despertar el espíritu de aventura y la conciencia ecológica de nuestros viajeros. Hemos logrado que nos visiten más de 220,000 viajeros al año y formar parte de alianzas como Virtuoso, Relais & Châteaux y National Geographic Unique Lodges of the World.

– Cómo se desarrolló su vínculo con él y cómo resultó el proceso del film?

Werner Herzog siempre ha sido un personaje peculiar.  Conozco a Werner desde finales de 1971, cuando llegó a Lima para presentar sus primeras películas en el Colegio Champagnat. Iba a rodar  una película sobre Lope de Aguirre, conquistador español que traicionó a la Corona para liderar su propia expedición en busca de El Dorado. Mi participación como coproductor de la película surgió por un acuerdo verbal, de caballeros: el contrato fue un apretón de manos. Un año después se estrenó Aguirre, la Ira de Dios (1972), que fue exhibida por más de tres años seguidos en París y ayudó a traer más viajeros al Perú. Para mí, el cine es una de las mejores maneras de promover un destino.

En 1978 me encontré con Werner en Alemania y le propuse hacer otra película en la selva peruana. Le conté la vida de Carlos Fermín Fitzcarrald, el gran héroe geográfico peruano durante el boom del caucho. Werner no estaba convencido de la historia, pero un detalle lo fascinó: Fitzcarrald desarmó un barco a vapor y lo pasó de un río a otro, pieza por pieza, por encima de una montaña. Aceptó hacer la película si pasaba el barco por la montaña, pero entero, en una sola pieza. Él ha dicho: “todo hombre debe mover un barco a través de una montaña al menos una vez en su vida”.

Fitzcarraldo, de la cual soy coproductor y uno de los autores del argumento, fue una aventura irrepetible que demoró cuatro años. Enfrentamos juntos situaciones límite y, ante estas condiciones, Werner y yo nos hicimos más resistentes a la adversidad. Confirmamos en la práctica que siempre hay una forma alterna de trabajar, de vivir y de resolver los problemas para salir adelante. Fueron años muy difíciles, que sirvieron para hacernos sinceros amigos.

Inicialmente conversamos con Mario Vargas Llosa para que escribiera el guion de Fitzcarraldo, pero estaba trabajando La Guerra del Fin del Mundo. Jack Nicholson era la primera opción para el rol protagónico. Tras acompañar a Werner en el rodaje de Nosferatu el Vampiro (1979), visitamos a Nicholson en el set de The Shining, de Stanley Kubrick. Las agendas se cruzaban, así que se decidió hacer la película con Jason Robards como protagonista y Mick Jagger en un papel secundario. Lamentablemente, Robards no soportó las condiciones de la selva virgen y se retiró de la producción por una enfermedad. Mick -quien pasó varios días en Lima, hospedado en el Country Club, esperando la reanudación del rodaje- ya estaba comprometido con una gira mundial con los Rolling Stones, por lo que tampoco pudo continuar. De este modo, Klaus Kinski entró en escena. En 2012, Mick Jagger fue el primer huésped de Inkaterra Hacienda Concepción (Madre de Dios), a fin de compartir con su hijo Lucas lo que vivió en el Perú mientras filmaba Fitzcarraldo.

Frecuentemente Werner y yo nutrimos nuestra amistad. En el 2018 volvió al Perú para dirigir en Madre de Dios un taller práctico con 48 jóvenes cineastas provenientes de 28 países, entre ellos Argentina. Fueron 11 días intensos, donde cada uno de sus alumnos produjo un cortometraje. Un gran retrato actual de este destino.

– Ud. ha aseverado que sus proyectos conllevan un concepto holístico. Podría contarnos qué significa?

– En 1973, poco después de producir Aguirre, la ira de Dios, nos aventuramos a perseguir un sueño: compartir con el mundo, a través del ecoturismo, la diversidad natural y las culturas milenarias del Perú.

Para conseguirlo, concebimos una visión holística que lograría el desarrollo sostenible en nuestros destinos. Producimos investigación científica, punto de partida para tener información factual, sustento de la conservación de la biodiversidad, la educación al viajero y el bienestar de las comunidades locales. Un modelo replicado con gran éxito en cada uno de nuestros destinos, donde el turismo se ha convertido en un medio para el cuidado del medioambiente y en una fuente de empleo que preserva las culturas nativas en su lugar de origen.

– Cómo se produce el encuentro entre los artesanos locales y su saber, y las proyecciones de un negocio 5 estrellas? Dónde se encuentran los puntos en común y qué debe aprender cada una de las partes?

– Mi esposa Denise es la arquitecta y la diseñadora de cada hotel de Inkaterra, es ella quien le provee a cada hotel su propia personalidad. Se puede apreciar con Inkaterra La Casona, una mansión colonial del siglo XVI que albergó a Diego de Almagro y a Simón Bolívar. Denise restauró este icono de la historia cusqueña, fueron cinco años de una labor ardua y minuciosa, tiempo en el que transformó un espacio deteriorado en el primer hotel Relais & Châteaux del Perú. Decidimos preservar la arquitectura original, con la firme convicción de que cada piedra en La Casona cuenta una historia sobre el Cusco. Mantuvimos las puertas y los balcones originales, como también las columnas y los frisos que embellecen las habitaciones.  Aquel espíritu de autenticidad se apodera del huésped cuando cruza la puerta principal de Inkaterra La Casona. Es un portal que conduce al pasado de la ciudad, donde se han mezclado culturas y tradiciones a través de los siglos. Inkaterra La Casona es un espacio donde conviven elementos prehispánicos con el arte colonial, y obras de artesanos cusqueños, con quienes hemos trabajado de la mano. El principal secreto para lograr esta armonía es el siguiente: fue decorada por Denise con la paciencia y el cariño con el que se cuida un hogar. Fue una demostración de que el turismo es un medio para la conservación del patrimonio histórico de Sudamérica, una de las principales razones para que Travel+Leisure premiara a Inkaterra La Casona el mejor hotel de Sudamérica y el cuarto mejor hotel del mundo en el 2018.

Es inspirador y enriquecedor la retroalimentación que nuestra marca tiene con las comunidades. Lo mismo experimenta el viajero al tener contacto directo con la cultura peruana. La mayoría de los miembros de nuestro equipo trabaja en sus lugares de origen. A lo largo de nuestras cuatro décadas, hemos entrenado a más de cuatro mil personas de comunidades locales en diversas líneas de carrera, como hospitalidad, guiado de campo, artesanía y carpintería, o agricultura sostenible para producir insumos nativos como cacao o castaña. Al promover estas formas de desarrollo en áreas remotas, Inkaterra siempre busca traer a la vida actual el saber ancestral de las culturas nativas.

Viene ocurriendo en Cabo Blanco, donde estamos trabajando nuestro próximo proyecto. Esta caleta fue en los años 50 la meca de la pesca deportiva, pues aquí se consiguieron dos records mundiales, aún vigentes: el merlín negro de 1560 libras, máximo trofeo de la pesca deportiva (4 de agosto de 1953), y el record de atún de 435 libras (1957). Estas hazañas atrajeron a las estrellas de la época, como John Wayne, Marilyn Monroe y Ernest Hemingway, quien en 1956 pescó en las aguas de Cabo Blanco a bordo del icónico yate Miss Texas. En el 2013, Inkaterra restauró la nave como símbolo de nuestra cruzada por la recuperación del mar.

Desde que en 2013 Inkaterra Asociación presentó el Expediente Técnico Justificatorio para la creación de la primera reserva marina de Cabo Blanco -donde reside el 70% de la diversidad marina del Perú-, hemos venido trabajando para mejorar la calidad de vida en Cabo Blanco. A bordo de nuestro bote escuela Analúa, hemos organizado talleres de pesca sostenible para los pescadores artesanales, a fin de que obtengan un atún de calidad sashimi. Devolvimos el servicio de agua potable al pueblo, interrumpido desde el Fenómeno El Niño de 1983; inauguramos una planta de hielo ozonizado para mejorar los estándares del producto pesquero; y nos encontramos trabajando en la restauración del muelle local.

Además de promover en el destino actividades eco-amigables como la observación de mega-fauna marina y el surf, hemos diseñado una ruta de buceo en Cabo Blanco, e incluso hemos diseñado junto a la marca peruana BOZ un traje de buzo que brinda mayor seguridad al usuario. Asimismo, tenemos en desarrollo un proyecto de cultivo de perlas, para trabajar mediante artesanos locales productos de joyería y derivados de concha nácar. Una iniciativa que se realizará dentro de un parque acuático de cien hectáreas, una manera de proteger el mar de la pesca ilegal.

También venimos trabajando en la conservación de la avifauna endémica, para proteger especies amenazadas como el cortarrama peruano (Phytotoma raimondii). Para ello trabajamos en un proyecto de reforestación del bosque seco tropical, a fin de repoblar el desierto con árboles de algarrobo. Ello representa otra oportunidad económica para la localidad.

En un esfuerzo liderado por Inkaterra Asociación, el Ministerio de Cultura del Perú declaró la pesca artesanal a vela y balsa de Cabo Blanco y El Ñuro como Patrimonio Cultural de la Nación. La puesta en valor de esta tradición milenaria no solo llena de orgullo a las comunidades locales, sino que juega un rol fundamental en la conservación del Mar Tropical Peruano y el uso sostenible de los recursos pesqueros.

– Hacia qué tipo de turismo vamos?

Los viajeros estamos buscando cada vez más experiencias auténticas y oportunidades de aprendizaje. Somos más conscientes del impacto del turismo sobre las comunidades y la biodiversidad, y hay un compromiso para su conservación a través de las prácticas sostenibles. La eliminación del uso de plásticos en la industria turística es una realidad cada vez más tangible.

– Qué clase de viajeros seremos en 2 décadas?

– Hay una tendencia hacia intereses muy particulares, expresados en los nichos de mercados: desde el turismo gastronómico hasta la observación de aves, por citar dos ejemplos. Por ello, nuestro reto como miembros de la industria de viajes es crear experiencias, crear relatos que ofrezcan información fehaciente. Por ello en Inkaterra es crucial la investigación científica y nuestras iniciativas de conservación, pues nutren las experiencias de viaje en nuestros destinos.

– Podrías citarme tres actividades inspiradoras ajenas a Inkaterra, que Ud. vea como interesantes en otros lugares del mundo?

Es ejemplar cómo el gobierno chileno hace un tiempo anunció la creación de la reserva marina Nazca-Desventuradas, más grande de América. Un área que por poco alcanza el tamaño de Italia. Así se protege de la pesca y otras actividades extractivas una diversidad marina endémica. Una medida como ésta todavía no se pone en práctica en el Perú debido a la presión de las compañías petroleras, si bien nuestro país se encuentra entre los países signatarios de las Metas de Aichi, una de las cuales lo compromete a proteger el 10% de su mar antes del 2020.

Es laudatorio cómo México, a través de la CONABIO, viene desarrollando iniciativas de ciencia ciudadana que han adaptado plataformas de observación/identificación como aVerAves (eBird), Naturalista MX (iNaturalist) y Enciclovida, una enciclopedia digital de la biodiversidad en México. Estas nuevas plataformas son las principales fuentes de alimentación del Sistema de Información de Biodiversidad (SNIB) y permiten la toma de decisiones a nivel gobierno. Además, CONABIO ha desarrollado una red de capacitación con tutores presentes en todo el país para difundir el uso de tecnologías para la observación, lo cual ha incrementado considerablemente los registros de flora y fauna. Ello ha permitido contar con una red de casi 40 mil participantes, que han aportado con casi un millón de observaciones y el registro de unas 25 mil especies.

En Argentina es fundamental la creación de Parques Nacionales como Iguazú o Los Glaciares. Son alrededor de quince millones de hectáreas que se benefician del ecoturismo, atrayendo a un promedio de 4 millones de turistas. Una actividad que contribuye al cuidado de la diversidad biológica mientras alimenta la economía nacional.