Hubo un tiempo donde cada manzana de la ciudad tenía su cancha de pádel. Esa tentación por copiar al exitoso terminó matando a todos en una hecatombe deportiva que demoró unos 30 años en volver a asumir intenciones cautelosas. Con algo de premonición y otro poco de agoreros, los analistas se sientan en la vereda de la calle digital para tratar de interpretar si la vida en las grandes ligas de internet está cayendo como aquellas canchas devenidas estacionamientos o se trata de un tiempo donde el coloso renace de las cenizas rearmado hasta los dientes.

En la última década del siglo XX el furor arrasaba a los techies. El potencial revolucionario de internet se chocaba con el Y2K, la crisis del error del cambio del milenio. El primer segundo de 2000 decretó que podían abrir los ojos todos aquellos que los habían cerrado en vez de brindar. Ese último impulso de impunidad le dio fuerza a lo que se llamaría la burbuja de internet. Su termómetro perfecto fue Nasdaq, que entre 1995 y 2000 subió su índice en un meteórico 400%. Este negocio fue esencialmente sostenido por internet, ya que la mayoría de inversores de empresas afuera de la web decidían vender sus acciones para volcar sus capitales a la nueva era digital. Así, ese índice de Nasdaq creció mucho más que cuatro centenas, porque debió absorber la caída de numerosas compañías que perdieron a muchos de sus accionistas en manos de las puntocom por esa misma época.

En mi tapa de la @LaNacionRevista analizamos el mundo que se viene en materia digital
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