Para La Nación Revista armé un ensayo profundo con más de dos docenas de especialistas de todo el mundo, que me ayudaron a pensar las pantallas y la crianza hoy. Quedó mucho en el tintero. Aquí la versión completa de lo que charlamos con uno de los profesionales que me acompañó a reflexionar.

Maritchú Seitún, psicóloga especializada en el acompañaminento a padres en la crianza. Célebre por sus libros y por su manera cercana de divulgar, respondió:

– Desde el punto de vista psi qué pasa en el desarrollo de bebés, niños y adolescentes cuando las pantallas están demasiado presentes?
Los seres humanos somos nativos vinculares, no existe un ser humano nativo digital, crecemos, aprendemos, conocemos, en el vínculo cercanos con otra/s personas, por lo que  es mucho lo que perdemos al estar tanto tiempo en las pantallas: perdemos calidad de atención, el “mirá, mamá” y que mamá (o papá, o la abuela) mire sigue siendo fundamental para el desarrollo de las conexiones neuronales.  Los chicos pierden capacidad de concentración a otros estímulos menos intensos, tampoco desarrollan bien las habilidades sociales, tienen problemas de vista, se estresan en la pantalla porque no es sencillo procesar o descargar la tensión, etc.

 El gran desafío es enseñarles un uso adecuado cuando los adultos estamos entre atrapados, enamorados y adictos a nuestras propias pantallas. Ellos están aprendiendo de nosotros a usarlas.  Las pantallas vinieron para quedarse y nos facilitan muchas cosas, entre otras, que yo pueda responder estas preguntas desde mi casa un domingo a la mañana.

– Registrás dificultades en materia de aprendizaje?

Soy psicóloga y no es mi tarea pero los colegios con los que hablo registran demoras en el lenguaje de los más chiquitos, problemas de atención y concentración y en la adquisición de habilidades sociales en muchos chicos.

– Para los papás es dfícil poner parámetros. ¿Que estrategias nos sugerirías?

Creo que la estrategia principal es pasar nosotros tiempo sin pantalla cuando estamos con los chicos, porque es la forma de que conozcan lo que nosotros conocimos: tiempo libre sin pantallas, no solo la hora de comer sin ratos más largos, en los que todos lo pasamos bien sin ellas.

Hacer convenios familiares de uso para no estar hablando siempre de lo mismo: cada familia encuentra su ritmo: que los chicos sepan qué horarios y qué días pueden usarlas, fundamental antes de la adolescencia porque llegada esa etapa si la familia no tiene un hábito consolidado, los perdemos encerrados en sus cuartos con el teléfono.

– Cuáles son las alertas más fuertes que tenés sobre el tema?

Nosotros nos criamos sin pantallas y sabemos lo que disfrutamos un partido de truco, una siesta de charla al sol, un rato de lectura que nos transporta a otro mundo, los encuentros humanos. Ellos, salvo que se los presentemos, pueden no saberlo y entonces no buscar esos encuentros.  Los adolescentes se comunican en el recreo a través del whatsapp, con el amigo que tienen sentado al lado… me asusta…

Por otro lado los juegos en pantallas que usan los chicos tienen un sistema de recompensas inmediato que los hace altamente adictivas porque vuelven a necesitar otro… y otro, a diferencia del juego propiamente dicho, que se agota, no jugamos 20 partidos de truco, pero si 20 solitarios de cartas en el teléfono.

También me asusta la pantalla como forma de huir del mundo real, cuanto más lo hacemos menos recursos adquirimos para enfrentar los contratiempos de la vida y más la necesitamos.  Ese chupete electrónico que no resuelve sino que posterga los problemas.

– Contanos cosas buenas pueden obtener los chicos y adolescentes de las pantallas y cómo podemos propiciarlo? Me interesa en particular el uso en solitario…

Es una herramienta fascinante para investigar temas, nos ahorra trabajo, es invaluable la pantalla que me permite en un instante confirmar, por ejemplo, quién es autor de una cita, o cómo se escribe una palabra.

Bien usado los juegos en red les permiten conectarse y sociabilizar, lo que fue una maravilla en la cuarentena.

Creo que tenemos que adentrarnos en su mundo y mirar con ellos para poder ver qué aceptamos, que sugerimos, qué prohibimos, no se trata de que vigilemos todo el tiempo pero necesitan nuestra orientación (aunque no la pidan).

Y necesitan límites, como es adictivo casi ninguno tiene la fortaleza interna necesaria para dejar según lo acordado previamente, por lo que tenemos que ayudarlos a parar y tolerar sus enojos.

La nota completa en: https://www.lanacion.com.ar/la-nacion-revista/el-peligro-de-las-pantallas-como-nineras-la-cocaina-electronica-nid16102022/