Para La Nación Revista armé un ensayo profundo con más de dos docenas de especialistas de todo el mundo, que me ayudaron a pensar las pantallas y la crianza hoy. Quedó mucho en el tintero. Aquí la versión completa de lo que charlamos con uno de los profesionales que me acompañó a reflexionar.

Responde la psicóloga y psiconeuroeducadora Sofía Celeste Lewicki, autora de “Tan mal. Sí salimos”:

– Cuál es tu análisis en ese supuesto? Qué preguntas (y respuestas) te abordan en ese escenario?

Para mi la primera pregunta qué podemos hacernos es por qué las familias recurrimos a los distintos dispositivos tecnológicos. El principal problema, desde mi punto de vista tiene que ver con la falta de red en las tareas de cuidado por lo general hay una sola persona o dos sosteniendo todo lo que implica el cuidado de toda una familia. Entonces la tecnología es usada para que los adultos podamos realizar tareas de necesidades básicas como cocinar, bañarnos, trabajar, remuneradamente y demases. También empieza a tomar más fuerza, en un contexto en el que el escenario del barrio empieza a desaparecer de las ciudades, es decir, jugar en la calle, pasar horas en la esquina o jugando con los vecinos solo sigue vigente en algunos sectores y en algunos lugares. La calle pasó de ser un lugar de juego a ser un lugar de posible peligro, entonces las familias van quedando cada vez más encerradas. Antes habían varios ojos atentos, ahora solo un par y adentro del hogar. En este escenario, se prefiere tener a las niñeces cerca y a la vista. Encontramos algo así como  como una niñera digital. Con la diferencia de qué no es una niñera y se encuentra bastante lejos de ejercer tareas de cuidados. También aparecen los dispositivos para buscar espacios de “tranquilidad” con otros, por ejemplo ir a una cena y  poder hablar tranquilos

– Cuáles son las cuestiones que más te alertan en torno a esto?

Las alertas las traen los niños, los vemos en las plazas, en la poca ductilidad de movimiento, en la poca capacidad de regulación emocional, en la violencia (que se desprende de algunos juegos), por supuesto que estas cosas no tienen solamente que ver con las pantallas. Pero cuando viene alguien al consultorio y hacemos un repaso de la cantidad de horas que el niño pequeño pasa expuesto frente al televisor o al celular, y empezamos a buscar estrategias para disminuir esas horas, las conductas cambian. En este contexto me gustaría plantear que para mí no es lo mismo, un momento en familia frente al televisor, en dónde todos opinan, o hay contacto físico, en donde es un momento compartido que un momento en el que el niño está solo frente un dispositivo. Tampoco me parece lo mismo la edad del niño o niña en cuestión, debemos dejar en claro que el uso de pantallas está desaconsejado hasta los dos años, de ahí en adelante ya hay varios estudios que van indicando que es lo más apropiado según la edad. Tampoco da lo mismo el contenido, por lo general nos tranquilizamos cuando algo dice “infantil” pero como la mayoría de las cosas qué están dirigidas hacia niños, no son para niñxs, ya sea por su grado de estimulación, por su contenido violento, por la subestimación de las niñeces que muchas veces hay en estos contenidos. Tampoco resulta lo mismo que vean recitales de música o escuchen música, vean documentales a un videojuego o dibujitos que transmiten mensajes improcesables para cierta edad.  Porque es importante señalar, que está “lo que se dice” y lo que no se dice pero que llega igual como mensaje. Muchos de los lectores me dirán “entonces no se puede ver nada” lo que digo es como mapadres debemos estar atentos y alertas a lo que ellos ven y consumen pues esa será la oportunidad de hablar luego acerca de lo que ellos traigan. Nuestra función y también la de la escuela es ofrecer escenarios, como decía Silvia Bleichmar, capaces de metabolizar la información que los niños traen. Entonces una escena de violencia que vean también es una oportunidad para hablar de esa violencia, qué sucedió, que harían ellxs, como se podría haber actuado sin recurrir a la violencia. Pero para esto necesitamos adultos conectados, que “filtren” primero esa información que va a llegar luego a sus hijos, tenemos que sacarnos de la cabeza la idea de que los dispositivos son seguros, la seguridad se la vamos a dar nosotros, conociendo cuál es el contenido a los que van a estar expuestos, cuánto tiempo, en qué escenario y demás.

– Pensando en preguntas de tu libro, ¿por qué nos resulta tan difícil la crianza con dispositivos?

Primero porque los dispositivos tecnológicos no son herramientas de crianza, sino que son parte de herramientas que los adultos incorporamos en la crianza, para poder hacer apenas una parte de todo lo que hacemos a lo largo del día.  Segundo, y en relación a lo primero, porque básicamente las niñeces y la tecnología están en polos opuestos. Los niños necesitan experiencias de conexión con la naturaleza, con otros humanos, correr, saltar, trepar árboles, jugar con personas, experimentar todo lo que se desprende de su vínculo con otros seres humanos. Está en su naturaleza, el aburrimiento en las niñeces se da por la sobrestimulación que ejercemos los adultos sobre ellos permanentemente, entonces cuando el otro se corre de la escena, o faltan todas esas actividades que comúnmente facilitamos, ahí aparece el aburrimiento. Si ustedes observan a un bebé y niño pequeño, podrán observar que desconoce absolutamente lo que es el aburrimiento, desde conocer su propio cuerpo, ver cómo funciona (agarrar algo, rolar, gatearse, sentarse, pararse hasta caminar y quedarse atónito observando un ejército de hormiguitas) las niñeces se mueven todo el tiempo, pues es parte de su desarrollo, los adultos, no entendemos eso, y queremos por todos los medios, que se queden quietos. Un recurso muy efectivo para quedarse quieto es la tecnología pues además, por su efecto adictivo, hace que el cerebro quiera más y más de eso. Lo cuál esto también empieza a generar grandes conflictos cuando les decimos que “se terminó la hora de tele” pues suelen terminar en grandes estallidos emocionales.  

Entonces lo primero que debemos tener en cuenta es que no es el niño quien necesita las pantallas sino los adultos.

– A qué nos enfrentan nuestros hijos cuando entramos en debate sobre las pantallas?

Como decía anteriormente para mí EL DEBATE así con mayúsculas, no debería ser pantallas sí o pantallas no, sino la causa de porque recurrimos a ellas: la falta de red para criar. Debemos poner sobre la mesa la necesidad urgente de activar un plan con políticas públicas que tenga en cuenta que la crianza debe ser colectiva, y no estar limitada a una o dos personas. Pues lo que observamos es que de esa manera es una tarea imposible, aumenta el estrés, el agotamiento físico  y mental, la presión social por lo que debería ser y comportarse un niño, y demás. En la pandemia pudimos observar lo que esto, generó, las personas tenían que seguir trabajando desde sus hogares, con sus hijxs que debían seguir haciendo las tareas de la escuela y demases. La exposición a las pantallas y el encierro no fue sin consecuencias, hoy se observa en los jardines y en las escuelas sus efectos, niñeces que les cuesta muchísimo relacionarse con sus pares, otros que ni siquiera quieren entrar al jardín.  En un sentido más práctico creo que ya no hay tanto dilema entre pantallas si o no pues ya son parte de nuestra vida cotidiana, nuestros niñxs ven a nuestro celular como una parte más de nuestro cuerpo. Nosotros somos modelos para ellxs, si queremos que estén menos con el celular o menos frente a la tele, miremosnos primeros a nosotros mismos. El dilema hoy, es coordinar la crianza, con las tareas del cuidado, con las exigencias en los roles sociales y del mercado laboral. ¿Cómo hacemos para meter todo eso en  un mismo día?

– Hablás de lo mucho que cargamos de nuestra propia infancia a la hora de criar. Qué puentes encontrás con esa idea y nuestra actualidad de administrar dispositivos?

Creo que se responde en parte de la primera.

– Podrías diferenciarme as diferencias entre educar y criar en términos de pantallas?

Como dije anteriormente las pantallas no crian, porque como digo en mi libro Tan mal sí salimos de Editorial Planeta, la crianza tiene que ver con el cuidado de eso íntrinseco que las niñeces traen consigo, de conocerlo, de conservarlo. En ese sentido, podemos decir que si educan, pues es algo que proviene de afuera y que de manera conciente, pero también inconciente va transmitiendo mensajes. Pero educan siempre y cuando haya un adulto que ayude a procesar eso que ven y escuchan pues sino queda como mera información (lo cuál puede resultar peligroso), primero porque praa los más pequeños esa información sin procesar puede resultar arrasadora para su cerebro en desarrollo y segundo porque solo se tranformará en una situación de aprendizaje si damos la posibilidad de abrir el sentido de aquello que vió escuchó para poder procesarlo.

Por eso es tan importante que seleccionemos el contenido, pero también que acompañemos y ayudemos a procesar esos contenidos.

– Si pudieras dejar enun mensaje a los papás, qué podrías decirnos?

Que a la hora de usar las tecnologías es importante que las usemos con conocimiento, y a favor nuestro y cuidando el desarrollo de los pequeños, pero no olvidándonos de los adolescentes. Fomentando un espacio de diálogo y pensamiento crítico con aquello que vieron. Invitandoles a pensar.

No subestimando a las niñeces en su capacidad de entender, explicándoles qué es lo que las pantallas generan en ellos, invitándolos a conectar con sus emociones.

Ofrecerles contenidos de calidad y en cantidad apropiada para la edad. 

Darles medidas anticipatorias y encuadrar la situación (esto quiere decir: ahora vas a ver este programa, vamos a poner el reloj y cuando suene significa que vamos a pagar) .  También se pueden poner días, haciéndolo gráficamente en un calendario, los días que sí estará permitido usar dispositivos.

Si aparece el desborde emocional, acompañar, entender que poco a poco (en el caso de los más pequeñxs) irán incorporando estos límites si los acompañamos  y validamos en esa emoción que surge a partir de la frustración de no poder seguir viendo.

Qué son muchas las exigencias a las que nos engrenteamos lxs mapadres, entonces, a veces tener un no rotundo con la tecnología nos lleva a escenarios que no podemos sostener en la cotidianidad y terminamos desbordados, gritando o siendo violentos físcamente. Registrar nuestra realidad, nuestras exigencias, con qué estamos pudiendo y con qué no. La tecnología la podemos usar a favor, si somos concientes con toda esta realidad. Conexión con nuestros hijos y atención con el contenido son la clave.

 La nota completa en: https://www.lanacion.com.ar/la-nacion-revista/el-peligro-de-las-pantallas-como-nineras-la-cocaina-electronica-nid16102022/