El amor al agua es uno de los trampolines que nos introducen a viajes emblemáticos. En muchos casos, un espacio donde zambullirse placenteramente se convierte en determinante para elegir a dónde ir.

En lo más alto de un rascacielos, rodeada de mar, a puertas cerradas, inspirada en un hammam, con aires de spa… ¡Son tantas las posibilidades que se tejen en torno a una piscina!… Ellas también invitan a tener experiencias particulares y se pueden elegir de acuerdo al paisaje, el sitio, las prestaciones, sus servicios, estilo…

Cómo no sumergirse en la única pileta olímpica de Venecia? Con vista a San Marco, el Campanille y el Gran Canal, en uno de los sitios más románticos del planeta, un reducto poco conocido espera. El Belmond Hotel Cipriani, en la exclusiva isla de Giudecca, se creó pensando para convertirse en un refugio para los más celebres visitantes lejos del fragor de la Piazza. A poco tiempo de inaugurar, su inquieto creador, Giuseppe Cipriani, el mismo dueño del mítico Harry’s Bar, se empecinó en instalar una piscina. Tres de sus inversoras, las hermanas Guinness: Boyd of Merton, Honor Svedar y Brigid Guinness, fueron convocadas para analizar la idea. Fueron terminantes: no habrá una piscina olímpica. El entredicho provenía de una diferencia de medidas entre los cálculos del hotelero (en metros) y ellas (en pies). Más allá de la anécdota, el entorno es irrepetible. Rodeada de un jardín misterioso, donde el rumor cadente del agua del canal golpea en sus costas y las vistas son de postal.

Fiesole, fundada en el siglo IX-VIII AC se encuentra a pasos de Florencia, en una montaña desde la que se tiene una panorámica de la ciudad. Muros etruscos, termas, un teatro e iglesia romanos… En el siglo XIV, Boccaccio, escribió allí “El Decamerón”. En medio de un jardín de arte y bosque, Villa San Michele se acuesta en terrazas sobre una ladera contemplativa hacia el río Arno. Situada en las colinas de la Toscana, es una obra de arte en sí misma, con frescos, esculturas antiguas y una fachada atribuida a Miguel Ángel. Allí mismo, inmersa en un mar verde, se esconde la piscina a la que los árboles ofrecen sombra, los pájaros cantan en profusión y el suave aroma de la flor de limón llena el aire. Romántico queda chico como calificativo.

Una enorme puerta de entrada al glamour de Amalfi es el Caruso de Ravello, un hotel del siglo XI, construido por una familia acomodada que encontró refugio en la ciudadmientras viajaba a Constantinopla. Pasear por los jardines centenarios, con rosales trepando hacia el cielo y cultivos de hierbas aromáticas a cada paso. Explorar los salones con frescos y las bóvedas de piedra arqueadas, antes de llegar a darse un chapuzón en la sorprendente piscina de borde infinito. Es un baño que nunca se olvida.

A nado del otro lado

  En el continente vecino, cruzando el océano, en el cielo de Lima, nadar entre la neblina de la vaguada costera de la capital de Perú es la invitación de la pileta del Miraflores Park. La mañana despierta temprano con un amanecer aletargado donde las luces aparecen apenitas en el horizonte. El espacio es acogedor, silencioso, con vista al océano Pacífico cubierto por nubes a la altura de los ojos. La sensación real es la de zambullirse entre ellas y que nada más existe. Cuando el sol comienza a hacer su tarea, poco a poco el papel de calcar del mundo desaparece y las vistas surgen allí, al alcance de los ojos desde el mismo borde de la piscina, como si alguien hubiera cambiado la escenografía.

Compitiendo con el rumor de una de las más grandes atracciones de América, codo a codo con las Cataratas del Iguazú, emerge el Hotel Das Cataratas. Restaurado a su encanto original de los años 50, con exterior estilo hacienda combina con su diseño interior cálido y acogedor. En el centro esta ubicada una piscina elegantemente diseñada. Flanqueada por orquídeas, es el lugar perfecto para darse un chapuzón refrescante después de un día lleno de aventuras. A metros espera una opción para niños tan mágina como la mayor.

En la ciudad del carnaval espera el Hotel Copacabana. Un estilo de vida cosmopolita se combina con el glamour del viejo mundo. Un bar icónico, un restaurante con estrellas Michelin y un spa botánico esperan a ser descubiertos dentro de sus paredes de estilo art decó. Algo de la belleza de Río de Janeiro se cuela puertas adentro. Tomar sol, nadar y socializar en una de las piscinas más grandes y atractivas de la ciudad es imperdible.

En uno de los tradicionales sitios del Caribe florece el Maroma Resort & Spa. La Riviera Maya explota con sus ganas de mar y sol. Situado entre la jungla verde junto a una playa de arena blanca, es uno de los mejores hoteles de lujo de México. Aquí es posible comenzar el día con yoga y terminar con una sesión en una sauna de temazcal tradicional. Pasar días en restaurantes junto a la piscina rodeada por jardines llenos de flores donde se posan los loros y las mariposas.

Popular entre la escuela de artistas Plein Air, la antigua gloria de 1920 de Belmond El Encanto ha sido cuidadosamente restaurada para convertirse en uno de los centros turísticos más famosos de la costa oeste de Estados Unidos. El proceso de restauración ayudó a resaltar los estilos originales de artesanos hispano-coloniales y californianos, con adiciones modernas que incluyen una piscina al aire libre al nivel del suelo. Aquí, cada sentido se intensifica. Contemplar el Pacífico mientras se toma es el lugar perfecto para relajarse y aclimatarse al estilo de vida relajado de El Encanto.