Suele contar que de pequeña no tenía vocación, pero que la animaron a introducirse en la comunicación porque le decían que hablaba con los ojos y la sonrisa. A Irene Villa (1978) le bastaron 12 años hacerse frutillitas en las rodillas. A partir del 17 de octubre de 1991, tuvo que reinventarse para aprender a andar de nuevo.

En la calle Camarena del barrio de Aluche en Madrid, el auto en el que iba con su madre sufrió un ataque de ETA que, en verdad, iba dirigido a su padre, quien por entonces ocupaba el cargo de dirección general de la Policía. Allí Irene perdió las dos piernas y tres dedos de una mano. Su mamá, María Jesús González, una pierna y un brazo. Ese mismo día se produjeron otros tres atentados del mismo estilo.

Te cuento la historia de @IreneVilla y su transformación asombrosa en la #ContámeloOtraVez de @Clarin

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