Inspiración de ancestros, diseño proyectado en la vanguardia. Fe en la herencia. Apuesta sobre la auttenticidad de los materiales. Hocico Rosa se construye sobre la heráldica y la insolencia del futuro.

La bicicleta se ha convertido en uno de los medios de transporte de dos ruedas más importantes y de alta gama a escala mundial. Se caracteriza por ser personal, ecológica y de propulsión humana. Básicamente, se trata de un objeto que cuenta con dos ruedas en línea que sostienen un cuadro hecho a base de aluminio, dos pedales que ayudan al ciclista a emitir la fuerza de propulsión, un manillar para controlar la dirección y un sillín para sentarse y estar cómodos mientras conduces.

A Karl Freiherr von Drais se le atribuye la creación de la bicicleta. Y fue en 1817 cuando el mundo vio por primera vez una bici gracias a la invención de este ciudadano alemán. Pero este primer ejemplar era de madera y, de cuerdo a los registros históricos, no se le parecía en nada a lo que es actualmente. Esta máquina, a la que se le llamó también la Draisiana no tenía pedales. Quien quisiera echarse a andar sobre ella tenía que impulsarse con ayuda de los pies desde el suelo.

Es gracias al herrero Kirkpatrick Macmillan cuando se incorporaron ruedas y pedales. A pesar del avance que logró el escocés, en esta oportunidad no hubo cadenas para ayudar con la propulsión.

En 1861, el francés Pierre Michaux hizo historia. A fin de perfeccionar la máquina inventada Kard Drais y mejorada por Kirkpatrick Macmillan, incorporó los pedales justo en la rueda delantera. Sin embargo, no resultó tan exitoso como esperaba porque de esa manera era difícil mantener el equilibrio.

Para 1879 el inglés James Starley decidió que la rueda delantera sería un poco más grande que la trasera. De esta manera, creía haber resuelto el problema de la falta de equilibrio y, en parte, lo consiguió.

La bicicleta moderna aparece en el mercado en 1885. El modelo es similar a lo que conocemos actualmente. Incluye frenos, llantas con cámara de aire y una cadena con conexión a la rueda trasera. Pero su diseño garantizaba mucho más comodidad al ciclista, ya que le permitía adoptar una postura menos rígida y más natural.

Ruedas de molinos

  Apenas había nacido  Hocico Rosa ya tenía una historia de más de 80 años. Como muchos en su época, el abuelo llegó de Holanda siguiendo un sueño. Traía con él recuerdos inolvidables, algunas costumbres bastante arraigadas y muy pocas pertenencias; sólo aquellas cosas que no podía ni quería dejas atrás. Entre ellas su vieja bici holandesa.

En Argentina lo esperaba un nuevo mundo. Y aunque las distancias se hicieron bastante más largas, él persistió en continuar su travesía en su vieja y querida bicicleta de paseo.

Aquella era la bici que él había personalizado a su gusto y aseguraba, que en su país (en el que había más bicicletas que personas), si no hacías que tu bici se destaque del resto, simplemente, la perdías. Y esa posibilidad no estaba en sus planes. Después de todo, con esta vieja bicicleta atravesaría su nuevo pueblo. Cada mañana recorrería el camino que lo conducía a la parcela donde criaba animales de granja. Siempre en bici.

Varias generaciones crecieron allí, entre grandes animales de granja de relucientes y suaves hocicos rosas. También de bicicletas únicas, especiales e inconfundibles que, a la sombra de un gran árbol o bajo el techo protector de algún viejo establo, aguardaban con paciencia que las sacarán nuevamente de paseo a recorrer ese pueblo, ahora increíblemente familiar.

Allí nació Hocico Rosa. Al cuidado de esas manos mansas que, con paciencia y sabiduría, acercaban la inspiración para transitar caminos propios colmados de esperanza y respeto por la naturaleza, recorridos con el mismo espíritu emprendedor que daría inicio a esta historia que comenzó el día en que el abuelo se subió a ese barco y aún hoy se está escribiendo.

Su creatividad es única. Hay algo de arquitectura en las obras que construyen, y otro poco de escultura. Mucho de diseño sutil que, como corresponde a tal condición, tiene horas de aplicar al hacer consiente. Una de sus piezas es de esas que se conservan. Como la bici holandesa que cruzó el océano.