Hubo un tiempo en el que con mi pareja de hace más de 28 años habíamos decidido no tener hijos. Aún así, desde la panza en la que estaba Julieta, salíamos de a 5 con sus papás.

Recuerdo cien anécdotas de “Rulos”, pero tal vez la que más me encarna, es la que ocurrió en un mediodía de domingo en un restaurante de campo en pleno invierno, ella no tendría más de tres años, y como despedida del almuerzo, en el que participaba como una más en la mesa, nos puso a todos en ronda frente al fuego y nos dio indicaciones para que los cuatro adultos bailáramos al son de su canción.

Julieta ha estado presente en nuestras vidas mucho más de lo que ella sabe. Aunque lamentamos que la distancia, en ocasiones nos juegue en contra, cuando tiempo después empezamos a barajar la idea de ser papás, pensamos mucho en Rulos. Nosotros, dos profesionales independientes muy activos, viajeros por trabajo y por placer, con decenas de proyectos al mismo tiempo, cómo nos veríamos como padres? Y allí llegó el modelo: sería como con Julieta.

Los años pasaron y en medio de algunas crisis personales, llegó otro momento en el que Juli puso las cosas en perspectiva. Ella nos enseñó de nuevo el tránsito, el espíritu, el después y la sonrisa que empezó a aparecer con más libertad en esa cara de mujer seria que Rulos tuvo desde bebé.

Juli vuelve a ponernos en falta. Nos enfrenta a mirarnos y nos insta a pensar qué estamos haciendo de nosotros mismos. Rulos es una estampita de mi alma. De esas personas a las que recurrís para inspirarte. No importa la edad que tenga. Ella nos ha dado sin darse cuenta, casi como ahora vuelve a hacer pero con tanta más generosidad con el libro “Hay equipo ¡A cocinar!”

La obra es una experiencia para compartir. Porque sus 170 páginas contienen 46 recetas originales inspiradas en los dos ingredientes más representativos de cada provincia argentina. Por eso, también contiene información y curiosidades sobre los alimentos y su lugar de origen. Y, pensado para que provoque un encuentro en la cocina entre chicos y grandes, está narrado con verbos en plural, ilustrado en acuarelas, con intervenciones dibujadas sobre las fotografías, contiene un sistema de referencias amigable, juegos y desafíos para divertirse mientras se espera que una preparación salga del horno, y espacio libre para que cada equipo registre sus emociones, sus preferencias, sus opciones para cada receta.

Elegieron mostrar a la cocina como un espacio ilimitado para viajar con los sentidos, para aprender y pasarlo bien. Como un punto de encuentro sin edad específica.

Las responsables de las recetas son Loli Palazzo y Juli Leonetti Aguado, las chicas JULO, una unión que comenzó en la cocina y que se potenció con la acción solidaria de esta dupla para ayudar a hospitales pediátricos, misión que se refuerza con la venta de cada ejemplar de “Hay equipo ¡A cocinar!”, esta vez a beneficio del Hospital Sor María Ludovica de La Plata, ayudando a equipar la sala de día con sábanas, mantas y material lúdico, y así acompañar a muchos chicos que asisten allí diariamente por sus tratamientos oncológicos ambulatorios y otro tipo de intervenciones médicas.

Con mejillas sonrojadas e interpelación sobre lo que uno mismo está haciendo para cambiar su baldosa, Juli vuelve a estar en ese pedestal cercano, que no está allá arriba inalcanzable, sino acá cerquita. Que te abraza, te mata a historias divertidas y siempre tiene un aprendizaje para regalarte, aunque nos separen varias décadas.