El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza y TBA21 Thyssen-Bornemisza Art Contemporary presentan Inteligencia líquida, una exposición colectiva, comisariada por Chus Martínez junto a Soledad Gutiérrez y María Montero Sierra, sobre la crítica situación de la vida en el océano, que cuenta con el patrocinio de Urbaser.
La muestra reúne obras de ocho artistas internacionales, algunas pertenecientes a la Colección TBA21 (Lucas Arruda, Jumana Manna y Ana Mendieta), dos nuevas producciones de la Fundación (Beatriz Santiago Muñoz y Sonia Levy) y tres instalaciones creadas expresamente para la ocasión (Saelia Aparicio, Inês Zenha y Anne Duk Hee Jordan). El proyecto se complementa con un extenso programa de encuentros, charlas, performances y proyecciones que reunirá a comisarios, artistas, músicos, performers, científicos, filósofos e investigadores internacionales.
La exposición materializa más de una década de dedicación de TBA21 al desarrollo de proyectos de investigación liderados por artistas que trabajan en el ámbito de la ecología con el apoyo de científicos, expertos en legislación, responsables de políticas públicas, conservadores, activistas y otros especialistas. Estos trabajos exploran la interacción entre el arte y la ciencia y responden a la creencia de que el arte y la cultura son vehículos de transformación social y medioambiental, base desde la que se llevan a cabo todas las actividades de la Fundación.
La salud de los océanos, indispensable para la subsistencia y el bienestar del planeta, es un factor crucial en la crisis climática. La explotación indiscriminada de sus recursos, la contaminación acústica y química, además de las amenazas presentes y las que se dibujan en el horizonte -como la extracción masiva de materiales de los fondos marinos -, lo deterioran de manera irreparable y tienen implicaciones inimaginables en el futuro de las especies.
TBA21 se esfuerza por visibilizar la necesidad de preservar los océanos y hacer de ésta una responsabilidad colectiva. A través de proyectos que aúnan arte y ciencia, la Fundación quiere generar el conocimiento y la empatía que lleven a la acción común por la regeneración y cuidado de los océanos, así como concienciar sobre los problemas relacionados con la injusticia medioambiental con sensibilidad hacia los cambios en nuestros entornos inmediatos.
Entender el océano como inteligencia líquida implica abrir la imaginación y la capacidad de admiración por la complejidad de sus ecosistemas y considerarlo como una entidad que no solo transporta oxígeno y posibilita la vida, sino que tiene inteligencia y consciencia propias y cuyos derechos deben ser respetados. La comisaria de la exposición, Chus Martínez, afirma: “Una de las grandes dicotomías incorporadas a nuestra cultura es una forma de pensar que prioriza la materia sólida y considera secundarios los fluidos y la vida líquida. Entender el océano como inteligencia líquida no sólo nos permite cuidarlo y amarlo, sino que también exige que lo aceptemos como una entidad con agencia y capacidad para decidir y proponer futuros desde su propia perspectiva.”
La exposición se aparta del concepto de inteligencia artificial para centrarse en otro más preciso e inclusivo: la inteligencia conductiva, un término que concibe la inteligencia como fuerza que conecta vida, experiencia y producción de conocimiento; una capacidad que, recurriendo a la imaginación y la fantasía, territorios que los artistas siempre han explorado, permita proyectar los futuros posibles basados en la coexistencia de todas las especies.
La muestra Inteligencia líquida despliega múltiples propuestas artísticas y recurre a diversos lenguajes que nos acercan al océano y a los ecosistemas acuáticos, generando experiencias inmersivas. La expresividad de las piezas y el amplio programa de actividades que se ha confeccionado tienen una meta: introducirnos en la sustancia misma de la percepción para conocer y comprender la inteligencia líquida.
Las obras que componen esta exposición transportan al visitante a los paisajes acuáticos imaginados por Lucas Arruda o a la laguna de Venecia con Sonia Levy, además de mostrar el universo inmersivo de la artista surcoreana Anne Duk Hee Jordan y lograr envolvernos en mareas y corrientes de la mano de Inês Zenha.
Los encargos realizados por TBA21 y TBA21–Academy, fundamentales en la labor de la Fundación, muestran la investigación de los artistas, capaces de traducir hechos y datos en experiencias orientadas a la comprensión. En esta exposición están representadas por los trabajos fílmicos de Beatriz Santiago Muñoz, Pájaro, cómeme (2023), centrado en el Caribe, y de Sonia Levy Te desposamos, mar, en señal de un verdadero y perpetuo dominio (2023), que estudia Venecia y su laguna. La metodología empleada en estos dos proyectos es diferente y, sin embargo, las imágenes surgen en ambos de la observación pormenorizada de casos específicos, centrando la atención en un lugar concreto y en un tiempo histórico delimitado, lo que posibilita establecer las condiciones para el análisis del impacto de la vida y la acción humana sobre un ecosistema.
Las obras de la Colección TBA21 incluyen los trabajos de Ana Mendieta y las esculturas de Jumana Manna, Tubería en S, Destripado y Boca (2021), conectadas por el interés común de las artistas por sentir más allá de lo que somos conscientes: sentir con un bosque, en el caso de Mendieta, o sentir con todos los materiales que extraemos de la tierra para levantar nuestras ciudades, como hace la artista palestina Jumana Manna.
Por su parte, la serie de cuadros sobre el Amazonas Deserto-Modelo (2019-2023), también de la Colección TBA21, realizados por Lucas Arruda, capturan la naturaleza enigmática del tiempo, invitan a la contemplación y a resistirnos al acelerado ritmo de nuestro mundo con una fuerza sugerente y conmovedora.  
Las obras realizadas expresamente para la exposición, que añaden otra dimensión a la colección y a los trabajos de investigación artística, incluyen la videoinstalación Ziggy y la estrella de mar (2016-2022) de Anne Duk Hee Jordan, la serie Enredos (2023) de Inês Zenha y la obra de Saelia Aparicio Cuerpos de agua (2023).

Las tres tienen en común el interés por la exuberancia estética y los momentos históricos en los que el arte creó un lenguaje artístico para hablar de crisis. En la obra de Aparicio resuena la fantasía gótica de la época victoriana y en la de Zenha, la estimulación de los sentidos a través de la fascinación por el exotismo del siglo XIX, mientras que el trabajo de Jordan crea situaciones inmersivas en el presente, determinadas por la intensidad del azul como el código del agua.
Anne Duk Hee Jordan reflexiona sobre la “estupidez artificial”— que es la que predomina en nuestra especie—y sobre la inteligencia líquida, conductiva y orgánica del océano. Lúdica y empática, se conecta con la larguísima tradición asiática de entender la inteligencia natural desde la vida de larvas, virus, bacterias, insectos y animales, normalmente denostados en las pirámides evolutivas creadas en Occidente, primero por la religión y reforzadas más tarde por las teorías de Charles Darwin.
La religión y la mística en la época victoriana otorgan a Saelia Aparicio la posibilidad de recrear los intentos de nuestra especie de penetrar en el agua, de cambiar de forma y convertirnos en seres híbridos, en una especie-de-especies, a través de la creación de un lenguaje simbólico y una experiencia envolvente con componentes mágicos.
Por último, la obra de Inês Zenha crea un lenguaje afirmativo de la importancia de ser agua, de entender los afectos desde la inteligencia oceánica que todo lo envuelve creando la posibilidad de un nuevo imaginario expresivo, afectivo, fértil y orientado a una pedagogía de la coexistencia. Como los poetas simbolistas, la obra de Zenha tiene total confianza en la imaginación y la fantasía, pero, a diferencia del movimiento simbolista, no adscribe esas facultades a lo humano, sino también al agua. La inteligencia líquida es imaginativa y fantasiosa porque solo así podrá ejercer una influencia sobre la voluntad humana de instrumentalización del mundo natural.
En palabras de Chus Martínez, “esta exposición contribuye a crear un campo de conectividad entre sistemas. Imaginar la inteligencia es difícil, pero es un ejercicio maravilloso que nos invita a comprender un mundo que quiere y desea estar en contacto permanente consigo mismo, y del que todos formamos parte. La inteligencia líquida es una sustancia pedagógica, una red de impulsos que mantienen al mundo atento a los peligros que acechan, capaz de corregir el rumbo de acciones dañinas, capaz de contar historias, capaz de dejarse acariciar por los artistas y mostrarse en sus obras una y otra vez para comprenderlo mejor.”
Inteligencia líquida supone el primero de una serie de proyectos de la Fundación que tendrán lugar en el Museo Thyssen con el objeto de conocer y debatir sobre los diferentes temas en torno al conocimiento y cuidado del océano que la exposición propone.