Con las ganas de andar por el mundo que a uno le agarran a esta altura de los confinamientos en cada país, volcarse a la gastronomía autóctona es una posibilidad de mantener ese espíritu inquieto. Con aire paulista se puede elegir una tradición gracias a la mirada culinaria de Tropicalia.

Uno de los trozos gastronómicos más populares de San Pablo es el pastel de feira. Las empanadas solo comenzaron a hacerse famosas en la ciudad alrededor de la década de 1940. Sabedores de la gastronomía aseguran que los chinos han estado preparando este plato desde 1890, pero el comercio fue muy pequeño hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando la ciudad  recibió un gran contingente de japoneses.

Junto con los alemanes e italianos, estos inmigrantes provenía de países que comprendían el Eje, derrotado en la contienda, y por temor a sufrir prejuicios en el país, se “camuflaron” en la cultura china, imitando su forma de vida. Uno de esos hábitos era el de freír pasteles. Poco a poco abrieron pastelerías en la ciudad y popularizaron el bocado. La historia también cuenta que se adaptó a partir de la receta china para los rollitos de primavera; una masa hecha de fideos de arroz y rellena de verduras y carne de cerdo. En Brasil, para complacer al paladar local, la carne es bovina.

Otra versión para el origen del pastel brasileño se anuda a la historia de la inmigración europea, en el momento de la colonización. Desde el siglo XVII se degustaron algunas preparaciones de pasta frita en Portugal, aunque no se puede conclluir que se trate de un antecedente del actual. El pastel, tal como lo conocemos, es relativamente reciente: su configuración actual se desarrolló en los primeros años del siglo XX.

Queso, carne y queso, pollo y queso, carne huevo y aceituna, palmito para las versiones saladas. En la esquina dulce esperan banana y canela  y dulce de leche con paçcoa. Un genuino viaje a San Pablo en la puerta de casa gracias al delivery de  Tropicalia.