Como una princesa que anhela su corona, un emprendiento familiar transforma el sabor del alfajor en un viaje de ida. Guoilis está en la rampa de ascenso infinito.
Hay sabores que levantan el ánimo y nos ponen sonrisas que emanan desde el sabor. En Guolis se juega todas sus cartas a que la tentación sea con gozo con la horma de alfajores artesanales. Como las hadas de las historiashay un despliegue para el que, parece, esconder las varitas máginas que lanzan polvo de estrellas por doquier. No necesita más para seguir ejerciendo la magia encantadora de cajita de música.
Como una reversión de Hansel Y Gretel, las experiencias dulces son irresistibles. Hay magia de leyenda para  encontrar nuevos sabores para endulzar a la clientela. Esa fue la ambición de Guolis, que nace en la ciudad de Balcarce a fines de los 90′ como un típico emprendimiento de garage, fabricando tortas galesas y budines a pequeña escala.
A mediados del año 2008 comienzan a desarrollar su producto insigne: lo que ellos llaman el único alfajor con siguen. Actualmente con 6 locales propios y cientos de consultas de todo el país y el mundo demandando sus productos, seguimos fabricando con altísima calidad y preservando el sabor.
Guolis conserva el espíritu del inicio y el deseo de superarlos alcances y logros del trabajo, cuidando celosamente la elaboración de los productos.  Esa inspiración explota una sutileza rotunda en un sabor del alfajor clásico. Pero allí no quedó la iniciativa. Al poco tiempo la imaginación le puso vestuario de diferentes tipos.
Tres capas de cacao intenso -que cuando las probas se convierten en miles-, dulce de leche en cada hueco y, por si te quedaste con las ganas de más, un glaseado artesanal que lo convierte en un témpano de chocolate que un bocado digno del Titanic va a tener que romper.
Hay tanto más que probar: para cumpleaños o eventos, para las locuras novedosas que se te ocurran y, sobre todo, para explorar en esa magia que aún puebla algunos rincones dignos de ser hallados.