Un aire tradicional que se cuela por los ojos. Un sol que brilla en las veredas de Quinquela. Una vibración que perdura aún en ausencia de público. Rey de Reyes suma toda esa herencia para volcarla en su voladizo donde disfrutar un asado implica tener balcón a la Bombonera.

Buenos Aires conserva en pocos sitios las tradiciones más genuinas de su historia. Esa que se cosechó entre vaivenes inmigrantes, pulmones de trabajo y colores traídos desde lejos. La Boca guarda esa consigna en la superficie. Aún sin necesidad de transitar Caminito, la caricia sobre el barrio deja mella de recuerdos.
Cuando se recorren esas calles con colinas propias que emergen peleando contra el agua, se percibe la historia. Uno se abstrae del hoy, el trajín citadino queda lejos, como un eco del pasado. El Riachuelo, los puentes, la ribera, Quinquela, Boca… todo es un casting de personajes que ponen personalidad única a la ronda de las aceras.
En el corazón de esa experiencia, hace poco, partió desde una casa chorizo típica, lo que devino, luego de varias reinvenciones, la parrilla típica nacional Rey de Reyes.
Con el aprovechamiento impecable de un espacio reducido, el entronizamiento de un balcón aterrazado gracias a las calles altas de la marea que, como en Venecia, sube desde los canaes, y la elección perfecta de mirar la Bombonera desde el plato, esta parrilla hace de las suyas con criterio.
No espera ser más de lo que promete. Promete con cautela, y gana la partida. Hay una carta pequeña y firme. Con platos desbordantes, donde nadie se va con hambre. Elecciones sabias de carne que no vas a olvidar y te va a invitar a volver. Atención como en casa, con ganas de que te vayas feliz, como luego de una goleada local. Precios bien pensados, para que el bolsillo no sea un límite.
Ponerse la corona requiere estar a la altura. En este caso, un emprendimiento familiar que le pone garra e inteligencia sale más que airoso de una idea fantástica para recorrer el barrio, sentirse turista por un rato y disfrutar de una platea a la cancha que, según los que saben, no se puede dejar de conocer antes de morir.